La vida cambia para todas las madres, cambia desde que se gesta la vida en el vientre, no hablo de solo cargar un bebé durante 9 meses que vaya que tiene sus complicaciones, náuseas, vómito, desmayos, migrañas, agruras y muchos malestares más, que solo la mujer conocerá al momento de concebir, la mujer carga un paquete de responsabilidades que muchos hombres no comprenderán, no todo es económico.
Se preocupa de que todo esté en orden, que el bebé esté bien atendido y que nada le haga falta para salir a trabajar ni a ella ni a su marido, por otro lado, las madres solteras, tienen que correr a dejar a los niños a guardería o con algún familiar de confianza que vea por ellos, para que ellas puedan tener la oportunidad de trabajar y así tener algún ingreso con el que cubrirá sus necesidades.
Todos dan por hecho que eso no tiene nada heroico, ni de reconocimiento, pero cuando una mamá falta en casa, todo es más complicado ya que es la única que decidió cambiar su vida por la de otros, que vivan todos, aunque ella deje de vivir.
Se habla de una paternidad compartida y yo no veo la diferencia solo porque el papá llegue a casa y cambie un pañal o de una mamila al día, todas las tareas domésticas deberían ser repartidas equitativamente, sin embargo, vivimos en una sociedad tan inequitativa que difícilmente este sueño pueda lograrse, porque todo lo que se labora de rutina en casa no es visto como trabajo.
ahora comprendo porque cada día más mujeres prefieren no tener hijos, incluso ni maridos, porque no están dispuestas a sacrificar su tiempo, su espacio, y su vida a cambio de la vida de otros, que no valorarán el esfuerzo que una madre desempeña, cada día me convenzo más de que traer un hijo al mundo no es cuestión de gustos y realización personal más bien es sacrificio y aprendizaje a un precio alto que no todos están dispuestos a pagar.